martes, 26 de noviembre de 2013

Prólogo Cap VII - La Orden de los mares


La taberna se hallaba más vacía que de costumbre, podía deberse a que la noche había caído o a que el clima no era un aliciente para dar un paseo por la ciudad. El caso es que El Cordero Degollado ya no podía presumir de sus mejores tiempos, los nobles, magos y para qué engañarnos,  los diestros de la magia prohibida, habían sido sustituidos por curiosos y maleantes que habían decidido frecuentarla. 
El tabernero, ensimismado en sus solitarios pensamientos, regresó en sí cuando oyó que varios clientes acababan de cruzar el umbral. Ambos se quitaron las grandes y mojadas capas que les resguarban de la debil lluvía de primavera que caía en el exterior. El camarero reconocio al grupo, una joven pelirroja acompañada de un hombre de buen porte, pelirrojo también. Por supuesto se trataba de la señorita Leproux y el señor Lévi, ambos clientes asiduos en la taberna. Tambien se percató de que les acompañaba una joven de cabellos oscuros y ropajes exóticos a la que había visto anteriormente compañándoles en alguna que otra ocasión. El grupo decidió tomar la mesa del fondo para disponer así de una mayor privacidad. Los tres tomaron asiento y permanecieron en silencio hasta después de que el tabernero les sirviera las bebidas.
Chantalle miró a ambos sin saber muy bien qué decir, lo ocurrido hacía unos días había conmocionado a todos los miembros de la orden. Giordano y Chantalle entrecuzaron sus miradas, ellos más que nadie habían tenido diferencias con la guardiana Thedya, pero no por ello deseaban lo que había ocurrido.
Chantalle miró a Thilane y se atrevió a decir:
-No habría alguna manera de...
-Lo repito por enesima vez, no hay manera de evitar lo que ha ocurrido. 
-Pero el talismán de la niebla ya ha enviado a gente al pasado anteriormente...
-Y ya sabeis como terminó. Ya no existe el libro de las almas, quien fuera enviado al pasado quedaría atrapado sin manera de volver.
-Pero si no me equivoco, el guardián Caleb viene y va a su antojo, así que alguna manera habrá.- dijo Giordano.
-Es mejor no jugar con el pasado. Yo más que nadie siento su pérdida, aunque no llegué a conocerla como me hubiese gustado, ella se convirtió en guardiana cuando yo renuncié a ello, con lo cual me siento tan culpable como todos vosotros.
Por unos segundos permanecieron en un incómodo silencio.
-¿Volverás a la orden Thilane?-preguntó Giordanocon suma curiosidad.
El tintineo que desprendía el metal de las armaduras de unos guardias que se habían adentrado en la taberna les hizo desviar la atención hacia éstos. Eran tres los hombres que se aproximaron con paso decidido hacia el tabernero. Sus armaduras portaban el azul característico de la milicia Ventormentina. Era extraño que guardias de servicios entraran en una taberna si no era debido a algún altercado. Los guardias observaron al grupo desde la barra tras el breve dialogo que mantuvieron con el tabernero, y se acercaron decididamente hacia estos. Chantalle y Giordano levantaron la vista cuando estos estaban a pocos metros de ellos.
-Disculpadme.- dijo el caballero que parecía capitanear el grupo, y seguidamente hizo una reverencia de cortesía.- Buscamos a la señorita  Chantalle Leproux.- dijo con tono grave mientras mantenía la mirada fija en los ojos de Chantalle.
- Sabéis que soy yo.- afirmó la misma al ver que no le quitaba el ojo de encima, y tras suponer que el tabernero les había solucionado su duda.- ¿En que puedo ayudaros mi general?
- Debéis acompañarnos.
- ¿Por qué razón debe mi señora acompañaros a vos? Creo que debéis darnos al menos una explicación.
El general desenrolló un pergamino y se dispuso a leer:
- Por orden de la corona, la señorita Chantalle Leproux, quedará bajo custodia de la guardia de Ventormenta, y será apresada durante cinco días en las mazmorras de la ciudad hasta que se celebre el juicio...
Chantalle se puso en pie bruscamente interrumpiendo al general con el ruido que produjo el arrastrar de la silla donde se sentaba.
- ¡¿Apresada?!.- gritó y seguidamente tanto Giordano como Thilane se pusieron en pie. - ¡Os exijo que me respondáis de que se me acusa!
- Se le acusa del asesinato de la señorita Thedya Hurley, hay pruebas suficientes para inculparle.- respondió el general con el semblante serio, y continuó leyendo el pergamino.- Cualquier persona sin distinción de clase y rango que se interponga correrá su misma suerte.- finalizó mirando fijamente a Giordano.
Mientras Chantalle discutía acaloradamente con el general, Giordano observó al grupo de guardias y llevó su mano hasta la empuñadura con decisión hasta que sintió como algo le frenaba. Thilane le agarró fuertemente el brazo. Este se giró y fulminó con la mirada a la sacerdotisa.
- No cometáis ninguna estupidez, Giordano.- le susurró Thilane.- has oído al capitán, creo que podréis ayudarla más si aun disponéis de vuestros contactos entre la nobleza.
Giordano relajó la mano y obedeció las sensatas palabras de la sacerdotisa. Mientras tanto por su mente se barajaba la palabra traición, y un sinfín de nombres tomaban forma en su cabeza. Desde alguno de sus enemigos del senado, algún miembro del santuario  o hasta el algún enemigo que aún desconocían. Mientras tanto los rasgos y expresiones de Chantalle se habían endurecido, sus manos temblaban por la incertidumbre y el temor de lo que le depararía el destino.
Uno de los guardias hizo ademán de colocarle los grilletes.
- ¡No hace falta que me tratéis como a un animal, no opondré resistencia pero dejadme al menos despedirme!
El capitán asintió sin perder la seriedad que le caracterizaba, el grupo de guardias se alejó una distancia prudencial, bloqueando la salida de la taberna.
Chantalle miró a ambos con los ojos empañados, ambos se encontraban aún más destrozados que minutos antes.
- Yo no le he matado, lo juro.
- Lo sabemos amor mío, y juro que haré lo que esté en mi mano para descubrir quien es el traidor que nos ha tendido esta trampa.
Chantalle miró a Giordano con esperanzas de que encontrara algo que demostrara su inocencia en estos cinco días que le quedaban. Miro a Thilane a los ojos y la abrazó cordialmente mientras le susurró algo que sólo unos pocos entenderían:
- Necesito tu ayuda ahora más que nunca.- dijo mirando a la sacerdotisa que asentía sin saber bien como reaccionar.- Usa el talismán de la niebla, y si es necesario mostradle la verdad a la orden.
Thilane asintió esperando que fuera suficiente para demostrar su inocencia. Seguidamente Chantalle se acercó a Giordano, le acarició la mejilla y le entregó un tierno beso en los labios.
- Amor mio.- dijo Giordano mientras le acariciaba los cabellos rojizos a su amada.- no debéis temer, os juro que moveré cielo y tierra si hace falta para demostrar tu inocencia. Aunque tenga que asediar Ventormenta...
Chantalle le calló con otro beso en los labios.
- Giordano, no sabemos de quien ha sido obra, pero no confiéis en nadie, ni siquiera podemos confiar en el concilio del aquelarre en estos momentos. Si lo creéis conveniente reunid a la orden y al santuario... y actuad juntos.
- Pero.. el santuario... sus miembros no seguirán sin vos amor mio, sois su guía.- susurró el brujo mientras le acariciaba la mejilla.
- Entonce os cedo mi puesto con gusto, guiarles será vuestra misión a partir de ahora.
Chantalle se despidió dolorosamente de ambos y desapareció de la taberna escoltada por los guardias.
Así será amor mio, así será...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.